«No te creas nada»
Esta es una de las frases que más he escuchado a lo largo de mi transformación personal.
El viaje del autoconocimiento está creado para escépticos. Personas capaces de poner en tela de juicio todas sus creencias y vivencias experimentadas hasta ahora. Pero ¡Cuidado! no se trata de no creerse nada desde la arrogancia y no hacer nada al respecto. NO. Se trata más bien, de volver a ver el mundo desde los ojos de un niño. Y experimentar de nuevo, con esa forma de mirar.
Si algo tienen en común los niños, sobre todo hasta los 7 años, es su grado de inocencia. Nacemos puros, sin juicios, ni creencias. A medida que crecemos, vivimos experiencias, escuchamos frases o gestionamos nuestras emociones, creamos nuestras «propias» creencias. Y pongo «propias» entre comillas, porque creemos ser libres de pensamiento. Pero, ¿a caso no nos ha influido la familia en la que cada uno ha nacido? o, ¿ las circunstancias económicas? o ¿el país dónde hemos crecido?
Desde mi punto de vista, absolutamente. Y no está ni mejor ni peor, simplemente está. Viene bien ser consciente de ello.
Y, ¿por qué? o mejor, ¿para qué? Para poder volver a nacer pero desde la edad adulta. Ser consciente de todas tus creencias, te hace un poquito más libre. Indagar en tus pensamientos, observarlos, y experimentar si de verdad son tuyos o es una herencia, es todo un desafío. Nada fácil al principio. Pero si te enganchas, puede ser muy divertido.
A lo largo de mi vida me he sentido tan enfadada con el mundo y conmigo misma, que llegó un momento en el que ya no lo soportaba más. No entendía nada, tenía todo lo que necesitaba, pero nunca nada me parecía suficiente. Mis expectativas sobre lo que tenía que ser, y como me tenía que sentir, estaban muy lejos de la realidad que experimentaba.
Y de repente, esta frase apareció ante mí: «Nada ha cambiado excepto mi actitud, por eso todo ha cambiado».
Conseguí encontrar luz, entre tanta oscuridad. No era lo de fuera, era lo de dentro. Era mi voz interior. Esa jueza, mandona y sabelotodo que no conseguía relajarse estaba negándome disfrutar de cada segundo de la vida. Y no la juzgo, aunque lo hice durante mucho tiempo. Ahora entiendo que estaba ahí para protegerme.
Y ahí empezó mi viaje del autoconocimiento. Menudo viaje. Y aquí sigo, y aunque algo más consciente y relajada, todavía me sigo perturbando por tonterías.
Sí, mi primer paso fue No creerme nada. Hacerme responsable de lo que me pasaba. Bajé el victimismo y empecé a reírme un poco más de mi vocecita.
Si algo puedo decir sobre el viaje del autoconocimiento, es que no es fácil, y es de valientes adentrarse ahí. Sin embargo, es muy gratificante.
Yo me sentía como si entrara en una habitación a oscuras, confiada y aterrada al mismo tiempo. Cada vez que encontraba un interruptor, y lo apretaba… WOW. Muchas veces me he encontrado a mi yo adolescente, gritando de rabia, porque por dentro no sabía gestionar una mala relación entre sus padres. O una niña con fuerte temperamento, cuya sombra estaba acurrucada en una esquina, esperando a que alguien la abrazara. O una joven romántica, buscando desesperada el príncipe que la salvara.
Y es verdad que a veces es agotador. Sin embargo, encender cada uno de esos interruptores, me ha dado luz para poder ordenar, o al menos entender todo lo que había y hay dentro de mí. Y sobre todo, me ha ayudado a redescubrir a mi niña interior. Sus grandes cualidades, su inocencia, y su tranquilidad. Su forma de ver la vida. Que llevados a mi edad adulta, me han permitido, relajarme, quitarme presión, y empoderarme como persona. Ponerme al servicio de los demás, sabiendo que cada día es un regalo.
¿Y tú? Ya te has atrevido a mirar en tu cuarto oscuro.
Cuento contigo.
Cuenta conmigo